Mario Moreno Cantinflas falleció el 20 de abril de 1993, en una fecha que se volvió de luto nacional. Es reconocido como el mejor comediante de la Época de Oro del cine mexicano. Ganador de un Globo de Oro como mejor actor de reparto por su papel de Passpartout en "La vuelta al mundo en 80 días" (1956), premio que ganó en una terna en la que también estaba Marlon Brando, Cantinflas tuvo una larga carrera en la cinematografía nacional.

Sin embargo, es su primera etapa, aquella de filmes como "Águila o sol" (1938), "El signo de la muerte" (1939) y la referencial "Ahí está el detalle" (1940), en la que su carrera marca un parteaguas.

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Icono de la cultura popular mexicana, su influencia en la cultura hispanoparlante le valió que la Real Academia de la Lengua incluyera el verbo "cantinflear" para referir a una persona que habla mucho pero sustancialmente dice muy poco, un sello de su personaje.

Cantinflas dejó por escrito su propio epitafio: "Parece que se ha ido, pero no es cierto". Tras su fallecimiento, a consecuencia de cáncer de pulmón, los restos de Cantinflas estuvieron en el Palacio de Bellas Artes para que la gente pudiera despedirse de él. Más de medio millón de personas asistieron durante los dos días que duró el funeral. 

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El elogio de Monsiváis

En el ensayo "Ahí está el detalle. El habla y el cine de México", el escritor Carlos Monsiváis, fallecido en 2010, Escribió: "hoy vemos toda la primera etapa del cine de Cantinflas que es la que vale la pena desde una perspectiva entonces inimaginable. En su momento a Cantinflas se le califica de feliz excentricidad y se le ve muy natural, porque su legitimidad viene del sitio que le consigue al habla popular. En su momento Cantinflas no es declarado una subversión idiomática sino, por el contrario, una incorporación al idioma. Hoy nos divierte la lógica del disparate, una suerte de Lewis Carroll, lo inesperado, con una técnica a la que calificamos de suprema astucia. Entonces regocija la indefensión de los pobres que nada más eso consiguen, cuando se les da la oportunidad de hacer uso de lo que creían era el castellano".

Añadió: "Ahora se declara al cantinflismo una burla deliberada de la demagogia".

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"En sus inicios, Cantinflas no me parece que se burle de nadie, más bien festeja sus limitaciones con incoherencia, risitas, cabeceos, movimientos dancísticos, la impresión que nos da siempre de que acaba de reventarse un danzón; extravíos en el laberinto de la conversación, forcejeos o duelos de lucha libre con la sintaxis y despliegue animoso de la falta de vocabulario: "Y le dije" y "Entonces, ¿qué dices?" y "Ni me dijo nada, nomás me dijo que ya me lo había dicho" y "Entonces, ¿qué? como no queriendo", "Entonces, pues yo digo, ¿no?". Con cualquier otro cómico estos parlamentos hubiesen sido extraordinariamente penosos, con Cantinflas adquieren brío, convicción, la fuerza de la épica del sin sentido.

También se lee: "Si por algo el cine mexicano es popular es en este contexto carente de pretensiones, porque así lo determina la carencia de pretensiones de la inmensa mayoría de sus espectadores. El público crece desorbitadamente e incluye a buena parte de América Latina y, en el caso de Cantinflas, de España".

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"Y este desbordamiento le confiere al habla popular un vigor demostrativo y persuasivo, la conclusión, jamás verbalizada, es tajante", escibió Monsiváis. "No sólo hablamos así, está bien que hablemos así, es gracioso, divertido, significativo, pero si el habla de los pobres de la ciudad de México, por condenada que esté por la élite, es irrebatible dado su poder de contaminación, lo que surge de la vecindad geográfica y del avasallamiento industrial de Norteamérica, sí encuentra resistencia".

Aquí puedes ver la escena del juicio en "Ahí está el detalle":

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